Las primeras
luces de la mañana nos han pillado a bordo de un último tren que nos bajaba de
las faldas del Himalaya para traernos a la llanura de Delhi; de la
tranquilidad, el ritmo lento de los tibetanos y el fresco de las montañas, a
los atascos, las prisas y el bochorno de la capital del país. Este último viaje
lo conseguimos en tercera clase y la verdad se ha notado la diferencia. Ha
perdido la aventura de los vendedores que pululan por los vagones y el aire que
entra por las ventanas pero hemos ganado en comodidad: sábanas limpias,
almohada, manta (sí manta, porque el aire acondicionado no se apaga en todo el
viaje) y la oportunidad de no sudar en toda la noche.
Tras coger un
rickshaw que nos ha traido al hotel, desayuno buffet, ducha y ropa limpia para
el último paseo por las calles de una ciudad india. El punto diferente del día
han sido las dos trombas de agua que han caído a la mañana y al mediodía: han
bajado la temperatura pero en las calles se ha formado un líquido negro que lo
impregnaba todo y que, obviamente ha impregnado también nuestras sandalias y
nuestros pies (no comments). Antes de comer nos hemos dedicado a hacer unas
compras y por la tarde hemos visitado dos edificios de la parte vieja de Delhi
que nos quedaban pendientes: el fuerte y la mayor mezquita de toda India. Grandes
edificios que merecen únicamente por el continente no por el contenido. Para
terminar el día nos hemos dado un banquete al estilo indio cenándonos entre los
dos un “Chichen Tandory menú”.
Esto es todo
lo que han dado las tres semanas. Ahora volvemos con una mochila llena de ropa
sucia y muchas imágenes acompañadas de olores, colores, sabores, sudores,
calores, sonidos, rostros… que no vienen en la fotografías pero que han quedado
grabados en la memoria de nuestros sentidos y que hacen un paisanaje curioso de
un país que no deja indiferente a nadie. Si todo va bien mañana nos espera el
aeropuerto internacional Indira Gandhi, el aeropuerto internacional de Helsinki
y la T4 de Barajas; un autobús en Avenida America de Madrid y, el domingo por
la mañana, un rico desayuno en Gorrotxategi. Esperemos que así sea. Namaste!